jueves, 7 de febrero de 2008

Ciegos inauditos extraviados

Ciegos alados, radares esquivos, a los gritos chillidos instintivos, desesperanzados en pavor innominado pueden ver sin ver. Desde las viejas columnas se desprenden las espaldas, descienden a la vista en sobrerrelieve, bajando caoticos de su exagerado sigilo y se repliegan lentos bajo las hendiduras del cordon por rios de tormentas sofocantes, navegando a babor y estribor sin sabiduria ni conciencia, invasores sin ostentacion de batallas, ciegos nacidos en desgracia, abandonados defensores de su propia suerte guiados por melancolicos niños tristes impedidos de accionar, por vestigios de luz adivinan reflejos en oleos de voraz color salvaje

En su suerte trunca, tiemblan y fagocitan sus temores, sus destinos de querellantes roedores, manifiesto silencioso de artistas devastados, alejados de toda experiencia y razon. Catapultan sus angustias a distancias siderales, a las estrellas que ignoran por completo con merecido oprobio el horror que contemplan a la extravagante lejania

Interminables columnas displicentes marchan al vapor de las flamantes catacumbas construidas por aquellos hombres que creen que su sabiduria es una vileza para ser festejada. Que cruel es la ignorancia del hedor displicente, la hidalguia omnipresente que desconoce su condicion, aferrados a sus balcones desde donde arrojan sus ojos al paso de los alacranes defensores de la ciudad que no reconoce vencedores

Una herrumbre atroz magnifica los destellos de la encrucijada

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