martes, 26 de febrero de 2008

Tiernas figuras en el barro

Sirenas devenidas ilusiones olvidadas, leyendas de odiseas orales que jamas alguno testifico, de rostros deformes ojos escondidos, sutil dermis vaginal sudan gotas de funesto lodo oscuro, negado al destello de embarcaciones espectrales. Apariciones sutiles instantaneas se pierden ante sus graznidos, cantos que olvidaron en centurias extraviadas

En sus uteros fecundan la simiente condenada, en las aguas de barro y negado desperdicio juegan a tientas un gallito ciego que no es convite amable de niñas sorprendentes de belleza. De espaldas a la luna, sombras mas sombrías que sus propias sombras, destacan sus fulgores relucientes que atraen hipnoticamente engañados a navios calados de trabajo, heladas de sopor en las aguas brumosas de fundaciones equivocas.

Desde el mas alto puesto caen y derraman sus melodias apuestos caballeros al borde de los arboles estacados en la tierra inequivoca, perenne, irrefutable y conveniente. Desde allá a lo lejos, desde casi el vacio, desde las rocas desbordadas de tristeza y melancolia, se advierten los estertores de la mas profunda tisteza que haya alguna vez oido el gentío, envuelven y estacionan en paisajes de infancia unas melodias de arrullo virginal. Son las que siempre lloran, las que vierten su pavor en babas del diablo flotando en el aire

No es otra cosa que la leyenda de su canto dialogo marchito, aquel que se puede adivinar entre el silencio y el dolor del estruendo, anunciando lo indecible. Inutil e inevitable

jueves, 7 de febrero de 2008

Ciegos inauditos extraviados

Ciegos alados, radares esquivos, a los gritos chillidos instintivos, desesperanzados en pavor innominado pueden ver sin ver. Desde las viejas columnas se desprenden las espaldas, descienden a la vista en sobrerrelieve, bajando caoticos de su exagerado sigilo y se repliegan lentos bajo las hendiduras del cordon por rios de tormentas sofocantes, navegando a babor y estribor sin sabiduria ni conciencia, invasores sin ostentacion de batallas, ciegos nacidos en desgracia, abandonados defensores de su propia suerte guiados por melancolicos niños tristes impedidos de accionar, por vestigios de luz adivinan reflejos en oleos de voraz color salvaje

En su suerte trunca, tiemblan y fagocitan sus temores, sus destinos de querellantes roedores, manifiesto silencioso de artistas devastados, alejados de toda experiencia y razon. Catapultan sus angustias a distancias siderales, a las estrellas que ignoran por completo con merecido oprobio el horror que contemplan a la extravagante lejania

Interminables columnas displicentes marchan al vapor de las flamantes catacumbas construidas por aquellos hombres que creen que su sabiduria es una vileza para ser festejada. Que cruel es la ignorancia del hedor displicente, la hidalguia omnipresente que desconoce su condicion, aferrados a sus balcones desde donde arrojan sus ojos al paso de los alacranes defensores de la ciudad que no reconoce vencedores

Una herrumbre atroz magnifica los destellos de la encrucijada

lunes, 24 de diciembre de 2007

Obsecadas visperas de clemencia

En ocasiones los lobos agrupan soledades, rumbos inciertos son devorados por dentelladas hambrientas de infortunios mal llevados. Desprenden alaridos aulladores, los dientes apuntados hacia las fauces de las gargolas que otean desde lo mas alto, calculando el momento fugaz en que sus atrevidas espaldas jibosas de alas raidas les indiquen el descuido y puedan carronear a gusto. Los ojos infantiles de los lobos no les permiten el banquete, son mortales escaramuzas que no se tienen permitidas

Desde el lomo se les desprenden miles de centurias apocalipticas, sobrevuelan congojas de acciones inconclusas, tristezas perennes mal disimuladas, cálidos muros de aristas filosas que ponen en mortal peligro sístoles y diástoles irregulares. Son los ejércitos mal habidos de jornadas incansables, desplazándose casi en el aire, atropellados e irredentos

Quizás alguna fortuita escaramuza los arroja por un miserable instante al mundo del que fugaron. La conformidad, la condescendencia, la hediondez que supuran en los ojos que los miran, provocan aun mas que el ataque vulgar de la derrota.

En alguna esquina se despiden de a poco, llevándose a cuesta sus propias orejas, los ojos afilados, los carrillos resonantes, las garras palpitantes. En altisonantes melodias, sucumben, se desploman y desaparecen. Retornan y se pierden de a poco. El horizonte es inalcanzable, de todos modos

domingo, 16 de diciembre de 2007

Ejercitos en la Ciudad del espanto

Desalmados, crueles, resonantes, impactantes, dolientes en carne viva, caminantes y corredores, especiados sentimentales y conquistadores. Especialmente vanidosos y abandonados a su inevitable aspecto. En la ciudad se libra una guerra inconciente de atávico nacimiento, por las barrancas del Parque Lezama, alrededor de los artificiales acantilados del rio, en las galerias del bajo.

Unos contra otros, sonoras tempestades disfrazan sus armas y recursos, escondidos estan allí detras de los balcones descuidados y roñosos de las calles perdidas, a metros apenas del alcance de la mirada de los peatones. En la penumbra olvidada se destrozan con sus garras en cada empellón; humeantes heridas, abominables retazos deformes, sospechados unicos rastros que suelen abandonar como nulo testigo único.

Algunas noches de hálito infernal suelen cruzar por delante de las narices de los vecinos acodados en los balcones, confundiendo atolondradamente su aliento con el viento caliente del rio, trenzados en un amarre de brazos-alas de garras y dentelladas que los hace girar en torbellino de lucha inútil. Ninguno vencerá, lo saben, el triunfo no es un obsequio que les sea convidado

Y al llegar el dia asoman sus ojos a lo inevitable, la infamia de lo eterno, la fortuna despreciable del perpetuo destino. Es ahi que se repliegan los ejercitos y retornan al descanso estéril, a la abjuracion del poder irreductible del nunca jamás. En romantica despedida arrastran sus alas barriendo infortunios y padeceres ajenos, molidos sus huesos, acongojados por el desconsuelo del lucido conocimiento.

Recomenzaran descuidadamente al ocultarse la ultima claridad. Es que ya lo saben, en la eternidad no hay nada mejor que hacer

domingo, 9 de diciembre de 2007

Y estos ciegos lobos que aullan

Una extraña singular obsesión de lobos olfateando huellas en imaginario colectivo. Ojos supernovas de grave descomunal atracción gravitatoria, agujeros negros en inerme voluntad, paralizado el lobo esclavo, inútil en sus propios miembros agarrotados, sumergido en el espeso manto de la sinrazón. Da vuelta y se oculta, muerde cachorro ajado del tiempo su propia cola y regurgita bola de pelos ajenos que quiere olvidar, depositar en pastizales de verano album familiar

Y la nave sin bitácora de velas roidas (ajados vientos fueron sus homicidas), buscando escorar en glaciales noches sofocantes de aguardiente, sin esperanza de niñas angeles con diminutos bustos de rocío lechemiel, madreselvas asfixiantes en cuerpos de champagne, roble cubas goteando almibar. Y el lobo que aulla al techo de falso marfil, la mañana que huele a semillas y malta y la brisa que anega la huida.

En la ciudad hay dentadas trampas caza-lobos en las esquinas, juegan con el impaciente instinto depredador, saltan a dentelladas al cogote desarmado y resuelven a empellones la contienda infamante del canalla contra el ruin. Y del pecho del lobo saltan centurias de pensamientos en carne viva que arremeten las penosas vergüenzas del invasor, que ahora le regala una inequivoca espalda de oprobio y ruinas de gárgolas restituyentes de perjurios y amenazas

Mañana saldrá el sol y los vecinos ignorarán la batalla de centurias, todo será inerte en su abulia rutinaria. El lobo cuidará sus heridas en la sombra, esperando lo que no podra evitar. En su ronda vigilante se juega más que el centro del universo; fatal, fortuito y atroz su destino que torpemente se retrae a la conciencia del juego de la fortuna.

martes, 4 de diciembre de 2007

Primera y el canto de sirenas

Y es en estos periodos de tormentas y fallidos escandalos que el cuerpo se nos reposiciona en otro sitio y consecuentemente empieza a brotar de todos lados, de las paredes, de los arboles, de las nubes de tormentas, de los pelos del gato, intrepidos alaridos, descacharrantes pasiones escondidas, ubicuos llamados como la vocacion del lobo de las estepas, en ese blanco presidio de vientos glaciales que sostiene la historia del planeta

Son los caminos sin marca ni destino, siquiera en los rincones del planeta mas torturado. Prision de las palabras, con señales de colores cegadores que confunden entre los gritos de las llamaradas que despiertan de a poco.

Y de a poco estamos caminando, somos buhos rozando las paredes, cara al piso y las patitas que nos arrastran, perseguidos imaginariamente desesperados y contemplando nuestras espaldas. Y de repente nos perseguimos marcha atras, sin guia ni sentido, ciegos en un sol de lunas verdes, quemando los baules cargados que nos quedan en el fondo

El sujeto sin saberlo de pronto nos salva, con su carga de melancolia en caja, propalando bicéfalos animales con troncos preparados para soportar la carga del corcoveo infame que, ups, nos derrama al asfalto desde lo alto de la mirada. Sublime instante, con el vacio de la primera vez de algo, sin temor ni religion, con los zapatos en el ropero y los talones con alas de plato griego, envueltos en innumerables capas de piel de cebollas fragilmente sentimentales