domingo, 16 de diciembre de 2007

Ejercitos en la Ciudad del espanto

Desalmados, crueles, resonantes, impactantes, dolientes en carne viva, caminantes y corredores, especiados sentimentales y conquistadores. Especialmente vanidosos y abandonados a su inevitable aspecto. En la ciudad se libra una guerra inconciente de atávico nacimiento, por las barrancas del Parque Lezama, alrededor de los artificiales acantilados del rio, en las galerias del bajo.

Unos contra otros, sonoras tempestades disfrazan sus armas y recursos, escondidos estan allí detras de los balcones descuidados y roñosos de las calles perdidas, a metros apenas del alcance de la mirada de los peatones. En la penumbra olvidada se destrozan con sus garras en cada empellón; humeantes heridas, abominables retazos deformes, sospechados unicos rastros que suelen abandonar como nulo testigo único.

Algunas noches de hálito infernal suelen cruzar por delante de las narices de los vecinos acodados en los balcones, confundiendo atolondradamente su aliento con el viento caliente del rio, trenzados en un amarre de brazos-alas de garras y dentelladas que los hace girar en torbellino de lucha inútil. Ninguno vencerá, lo saben, el triunfo no es un obsequio que les sea convidado

Y al llegar el dia asoman sus ojos a lo inevitable, la infamia de lo eterno, la fortuna despreciable del perpetuo destino. Es ahi que se repliegan los ejercitos y retornan al descanso estéril, a la abjuracion del poder irreductible del nunca jamás. En romantica despedida arrastran sus alas barriendo infortunios y padeceres ajenos, molidos sus huesos, acongojados por el desconsuelo del lucido conocimiento.

Recomenzaran descuidadamente al ocultarse la ultima claridad. Es que ya lo saben, en la eternidad no hay nada mejor que hacer

1 comentario:

Fabiana dijo...

me hiciste acordar a serrat.. es muy rico el texto en palabras e imagenes. hasta pronto!!