domingo, 9 de diciembre de 2007

Y estos ciegos lobos que aullan

Una extraña singular obsesión de lobos olfateando huellas en imaginario colectivo. Ojos supernovas de grave descomunal atracción gravitatoria, agujeros negros en inerme voluntad, paralizado el lobo esclavo, inútil en sus propios miembros agarrotados, sumergido en el espeso manto de la sinrazón. Da vuelta y se oculta, muerde cachorro ajado del tiempo su propia cola y regurgita bola de pelos ajenos que quiere olvidar, depositar en pastizales de verano album familiar

Y la nave sin bitácora de velas roidas (ajados vientos fueron sus homicidas), buscando escorar en glaciales noches sofocantes de aguardiente, sin esperanza de niñas angeles con diminutos bustos de rocío lechemiel, madreselvas asfixiantes en cuerpos de champagne, roble cubas goteando almibar. Y el lobo que aulla al techo de falso marfil, la mañana que huele a semillas y malta y la brisa que anega la huida.

En la ciudad hay dentadas trampas caza-lobos en las esquinas, juegan con el impaciente instinto depredador, saltan a dentelladas al cogote desarmado y resuelven a empellones la contienda infamante del canalla contra el ruin. Y del pecho del lobo saltan centurias de pensamientos en carne viva que arremeten las penosas vergüenzas del invasor, que ahora le regala una inequivoca espalda de oprobio y ruinas de gárgolas restituyentes de perjurios y amenazas

Mañana saldrá el sol y los vecinos ignorarán la batalla de centurias, todo será inerte en su abulia rutinaria. El lobo cuidará sus heridas en la sombra, esperando lo que no podra evitar. En su ronda vigilante se juega más que el centro del universo; fatal, fortuito y atroz su destino que torpemente se retrae a la conciencia del juego de la fortuna.

No hay comentarios: